2.9.15

¿Por qué mientes, Simón?

En una presentación llevada a cabo en la Facultad de Arquitectura de la UNAM y después de escuchar por enésima vez un discurso que si algo logra es marear pero que no ha cambiado en nada a pesar de todas las críticas que ha suscitado, increpé a Simón Levy leyéndole esta carta, de mi autoría:

¿Por qué mientes, Simón? ¿Por qué dices que vas a escuchar cuando lo único que haces es ver cómo todas las voces que nunca tomaste en cuenta se alzan para hacerte ver que tu proyecto es una aberración mientras tu, inmóvil, lo defiendes a ultranza y lo justificas con una consulta totalmente a modo? ¿Por qué pones de ejemplo a proyectos que en apariencia son similares al tuyo pero que tú sabes que en naturaleza son totalmente distintos? ¿Por qué te atreves a llamar espacio público a algo cuyas reglas serán establecidas por un privado y que será vigilado por agentes que ellos escojan? ¿Qué hay de la diversidad, de la libertad de expresión? ¿Qué hay de la desigualdad y la marginación? ¿Para quién haces la ciudad?
¿Qué intereses defiendes, Simón, que no titubeas en decir que no tendremos que gastar impuestos para construir tu sueño guajiro? ¿No te das cuenta que los impuestos que todos pagamos son para invertir en nuestro beneficio, que no queremos un espacio público regalado a privados y que queremos que usen bien el dinero que les damos? ¿Y ya en eso, por qué dices que es una obra que beneficia al peatón cuando lo que haces es un espacio inhóspito y oscuro y lleno de ruido y coches en la planta baja; la planta que, curiosamente, es la que usan los peatones? ¿Qué si no quiero subir a tu faraónica ocurrencia?
¿Por qué un segundo piso, cuando toda la historia de la arquitectura los ha desechado cada vez que se han propuesto? ¿Qué megalomanía, Simón, si no es ignorancia, te lleva a pensar que el tuyo va a funcionar, que el tuyo sí traerá beneficios? ¿Además, cómo te atreves a decir que el espacio público sin programa pasa desapercibido, Simón? ¿En qué ciudad vives? ¿Cómo te atreves a decir, en un país tan rico en manifestaciones culturales marginales y espontáneas, que tu imposiblemente verde esperpento (porque no creas que los árboles crecen en losas de concreto) puede servir a que éstas se desarrollen naturalmente? Es aberrante. No, Simón, te equivocas: lo público y la cultura no son metros cuadrados.
Lo único que he aprendido de ti es que envidio tu cinismo y tu voluntad de acero. Por todo lo demás, creo que eres otro más del montón; otro más que se une a la tradición política mexicana de no tener ningún plan a futuro; de solo pensar en parches; y de ser puro discurso sin tener absolutamente nada de fondo.

Su respuesta no se salió del guión (¿se podía esperar algo más?). Me dijo que eran demasiadas preguntas y que repitiera solo tres, por lo que insistí en la consulta a modo, en que lo llamen peatonal cuando evidentemente perjudica la experiencia a nivel de calle y en que para qué llamarlo cultural, cuando toda la infraestructura pública para ése propósito está cayéndose a pedazos. Contestó a la primera que la ley no los obliga a hacer consulta (léase, la hacemos en buen pedo, no te quejes); a la segunda insistió en darme números sobre cuánto “espacio público” se genera en metros cuadrados (lo cual refuerza el punto: no me escuchó); y a la última, sobre la cultura, me refirió a la página oficial del proyecto para consultar los programas. Por último, me incitó a que “usara mi energía” para enviarle propuestas para enriquecer el proyecto.

            En este punto decidí abandonar el sitio, no sin antes dejarle claro que con él no se puede dialogar. No pienso perder mi tiempo con gente que lo único que pretende es presumir su megalomanía y que en ningún momento puede responder a una crítica directamente. No, Simón, tú no entiendes que no entiendes.