Crónica del reúso.
Cuando se
trabaja en un oficio en el que lo importante es la presentación gráfica de los
resultados, el gasto absurdo de papel es inevitable porque cada vez que se hace
una revisión es preciso imprimir todos
los documentos. Esto, por supuesto, lleva a una disyuntiva moral tremenda,
sobre todo si se considera que estamos trabajando en un centro de
investigaciones sobre cambio climático y recursos naturales y que todos estos
documentos hablan, precisamente, de estrategias de uso eficiente de materiales
y energía. Además, dentro de las nostalgias del oficio, todos los arquitectos
creemos que todo lo podemos resolver con dibujitos pedorros a mano –aunque esto
ya no sea así-, y por eso creemos que es de suma importancia tener papel cerca,
no vaya a ser que mientras me saco un moco se me ocurra la solución.
Si el lector sabe sumar uno más
uno se habrá dado cuenta de la sencilla ecuación a la cual estoy por llegar: por
un lado tenemos la disyuntiva entre el discurso ecologista y la acción real
(gasto papel para decirle al mundo que no lo gaste) y por el otro, la
contradicción entre el discurso nostálgico y la realidad informática –siento la
necesidad de tener papel cerca aunque todo lo hago a través de la computadora.
Todo esto lleva, obviamente, a que la pinche oficina está llena de papeles
viejos, sucios, con tres rayones, con notas aisladas, dibujos pedorros,
caricaturas del güey de al lado; todos amontonados encima de un cartón que
dice, con mayúsculas y absoluto cinismo –DE REÚSO. Y aguas con hacer la finta
de querer tirar alguno de estos papeles, que todos voltean a verte como si
estuvieras a punto de matar a un perro. Me sofoco: no encuentro los clips que
compré ayer, me da miedo que de repente mueva por error alguna intocable
versión del documento de hace dos meses y me salga una cucaracha reina
dispuesta a matarme, no sé si las correcciones de hoy en realidad son las de
hace dos semanas y las de hoy están perdidas debajo de aquella otra pila (puta
madre, ¿y si ya las eché a reúso?). No sé qué más hacer. No sé si renunciar. El
papel (de reúso) ha ganado la batalla.
Moraleja: la moral y la
nostalgia solo generan basura.