27.4.10

Sinfonía de una gran ciudad.

Negro, y de repente una musiquita. Me despierto, hay que bañarse, hay que desayunar, hay que ir a la escuela, salir al tráfico, tráfico de las seis, seis y media, encontrar lugar en un estacionamiento lleno donde la gente inventa un lugar. Yo no, lo busco, me desespero, encuentro uno, apenas entro, apenas salgo, la clase, buenos días, estructuras, cigarro, administración, café, teoría, biblioteca, credencial, tit, nombre, salir, coche, tráfico de las dos, dos y media, hay que comer, hay que ir al baño, de regreso, regreso a la escuela, boa tarde, portugués (y esa chica que me mira con ojos de no sé qué), y salir, un bar, una cerveza, dos cervezas, tres cervezas, a casa, tráfico de las siete, siete y media, sándwich, un ensayo, dos correos, dientes y a dormir.

Idem.

17.4.10

Cucurrucucú

Es como esa canción "Paloma", ¿no?, y el Caetano Veloso acá con su guitarrita.

nadie/nada

He jugado mal las cartas, lo tengo que confesar; aposté demás y ahora estoy más perdido que al principio. Te digo, pues, pero no me creíste. Mira, es muy fácil: es como un volado, tienes dos opciones, la a y la b. La a es que todo sale bien, estás contento, tranquilo, sonríes cuando despiertas. (¿Si te conté, no?, que en portugués la palabra para despertarse es acordar. ¿Está chingón, no? ¿A poco no cuando te despiertas te acuerdas?) Regresando al volado, la b es perder; una o la otra. Ahora, imagínate que empezaste en la b, pero no tan en la b; digamos que en una b-a, que no es lo mismo que una a-b o un empate. Estás medio jodido pero todavía tienes esa media sonrisa mañanera. Pasa, claro, que estás inconforme con esa b-a, y quieres llegar digo, mínimo, a la a-b. Entonces le entras al volado, dices va, échale, quien quita y cae lo que quiero. Bueno, pues me aventé y cayó b, pelation, my friend.

¿Que qué hago ahora? ¿Me ves, no? Así está: me cuesta trabajo dormir, pero más cabrón es despertarse, porque de veras que me acuerdo, y me acuerdo en serio. Me acuerdo que soy un güey que anda por ahí diciendo más de lo que debe, y que cuando la cosa se pone peluda le saca al pedo. Me acuerdo de que estoy solo, y de que la soledad te hace más solitario. Me acuerdo que de repente esa melancolía de caminar por una calle vacía llena de hojitas moradas de jacaranda después de que llovío mientras piensas en ay qué lindo estar solo se convierte en un puta madre, estoy solo otra vez. Pero bueno, eso no es lo peor: lo peor viene cuando te acuerdas que cada vez que estás con alguien -puede ser algún viejo conocido, algún viejo amigo o no, nomás un güey que te topaste por ahí,- te sientes solo.

La respuesta termina pareciendo siempre la misma: nadie va a hacer nada por ti. Eres un ser que se mueve en masa, y que si estás en masa vas con todos, pero que si te quedas atrás simplemente dejas de estar. Y es tan densa esa masa, que nadie tiene tiempo para voltear y echarte la mano. Te ven, sí, algunos te verán. Pero ellos, y creeme que no los culpo, están haciendo su propia lucha para seguir con la masa. Ni pedo, esta me toca a mi. Igual y hay que jugar otro volado, ¿sabes? Entrarle otra vez a la refriega que es la re-friega de aventarte otra vez, así sin paracaídas ni colchonsito, a ver nomás cómo caes.

Y ahora sí, chavo, ¿me aguantas un segundito? Nadie me está hablando para hacer nada, y tú ya deberías ir a dormir, que eso de escribir de noche luego te hace mal.