¿Que qué hago ahora? ¿Me ves, no? Así está: me cuesta trabajo dormir, pero más cabrón es despertarse, porque de veras que me acuerdo, y me acuerdo en serio. Me acuerdo que soy un güey que anda por ahí diciendo más de lo que debe, y que cuando la cosa se pone peluda le saca al pedo. Me acuerdo de que estoy solo, y de que la soledad te hace más solitario. Me acuerdo que de repente esa melancolía de caminar por una calle vacía llena de hojitas moradas de jacaranda después de que llovío mientras piensas en ay qué lindo estar solo se convierte en un puta madre, estoy solo otra vez. Pero bueno, eso no es lo peor: lo peor viene cuando te acuerdas que cada vez que estás con alguien -puede ser algún viejo conocido, algún viejo amigo o no, nomás un güey que te topaste por ahí,- te sientes solo.
La respuesta termina pareciendo siempre la misma: nadie va a hacer nada por ti. Eres un ser que se mueve en masa, y que si estás en masa vas con todos, pero que si te quedas atrás simplemente dejas de estar. Y es tan densa esa masa, que nadie tiene tiempo para voltear y echarte la mano. Te ven, sí, algunos te verán. Pero ellos, y creeme que no los culpo, están haciendo su propia lucha para seguir con la masa. Ni pedo, esta me toca a mi. Igual y hay que jugar otro volado, ¿sabes? Entrarle otra vez a la refriega que es la re-friega de aventarte otra vez, así sin paracaídas ni colchonsito, a ver nomás cómo caes.
Y ahora sí, chavo, ¿me aguantas un segundito? Nadie me está hablando para hacer nada, y tú ya deberías ir a dormir, que eso de escribir de noche luego te hace mal.
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