Había tenido una pesadilla en la que alguien me seguía por callejones desiertos. Me levanté de la cama y no quise abrir la cortina, que por suerte era pesada y hacía el cuarto muy oscuro. Caminé hacia el baño y no me sorprendió darme cuenta que no me veía reflejado en el espejo. Entonces me entraron unas ganas enormes de ir a un hospital, pero tendía que esperar hasta la noche.
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