26.2.09
Dicen por ahí que ya no estoy
Dejé todo detrás un día en que desperté incómodo, sintiendo que lo que tenía no era suficiente. Salí sin despedirme de nadie.
(Ahora me muevo sin memoria.)
(Ahora me muevo sin memoria.)
22.2.09
> ||
Basta un parpadeo y un poco de silencio para que todo cambie. Esta vez el parpadeo fue un vibrante destello de luz y el silencio una pregunta al aire contestada de inmediato. Algunas hojas secas pasaron a mi lado y yo, en medio de la calle, no pude evitar sonreír.
Ahora creo que es momento de decir los últimos adioses.
Ahora creo que es momento de decir los últimos adioses.
21.2.09
Sin voltear atrás
Fue un personaje secundario de algún momento de mi vida. Cuando me acuerdo de él, lo primero que veo es que siempre traía una sonrisa y estaba rodeado de mucha gente, a los que entretenía con anécdotas divertidas. Personalmente no me molestaba en lo más mínimo, aunque debo decir que no era precisamente mi persona favorita. Era dos tres egocéntrico tirándole a lo mitómano y chupaba más de lo que yo podría imaginar. Sin embargo era un buen tipo que siempre me saludaba de abrazo y, aunque me caía bien, nunca lo conocí lo suficiente como para ser su cuate.
Nos conocimos en un verano porque él salía con una chica que era muy amiga de mi entonces novia. (Este par de chicas estaban terminando la prepa y, como cualquiera que pasa por ese momento, no podían pasar un segundo en el que no estuvieran rodeadas de todos sus compañeros.) Su novia se fue a pasar el verano al extranjero con su familia, y era cagado ver que él seguía yendo a las reuniones, sintiéndose como pez en el agua, declarando su amor sin pena por la que no estaba. A decir verdad, envidiaba su capacidad de integración, cosa que nunca se me ha dado.
Pasó el tiempo y regresó su chica diciéndole que no iba a funcionar lo que tenían; además de que del grupo de amigos de los cuales eramos "las parejas", muchos entraron a la universidad y dejaron de juntarse. Así, dejó de aparecer en las pocas fiestas que todavía se organizaban. Mi relación con mi entonces novia tampoco duró mucho más y perdimos contacto. No sé muy bien qué habrá sido de él en todo ese tiempo, pero yo me subí a una montaña rusa que cambió mi vida para siempre. Así, nublado de ese pasado, fue raro encontrármelo otra vez.
Yo llevaba rato jugando en una liga de futbol con mis cuates, en la cual teníamos un némesis, producto de nada, debo admitir, pero rivales a muerte a fin de cuentas. Un buen día lo vi en la cancha jugando para ese equipo mientras yo esperaba mi turno. Aunque me tardé en reconocerlo, verlo me trajo una bola de recuerdos que creía pasados. No supe bien qué hacer, hacía tanto que no lo veía. Además, siempre me sentí medio mal por la manera en que había terminado su relación, lo cual hacía la situación más complicada. Terminó el partido, los jugadores se dieron la mano y se acercó a las gradas, en donde yo estaba. Caminando levantó la mirada y se cruzó con la mía. Caminó hacia mi y entonces me acordé, Paco. No estaba sonriendo.
-¿Las sigues viendo?
-No. ¿Tú?
-Tampoco.
Esta vez no hubo abrazo.
Nos conocimos en un verano porque él salía con una chica que era muy amiga de mi entonces novia. (Este par de chicas estaban terminando la prepa y, como cualquiera que pasa por ese momento, no podían pasar un segundo en el que no estuvieran rodeadas de todos sus compañeros.) Su novia se fue a pasar el verano al extranjero con su familia, y era cagado ver que él seguía yendo a las reuniones, sintiéndose como pez en el agua, declarando su amor sin pena por la que no estaba. A decir verdad, envidiaba su capacidad de integración, cosa que nunca se me ha dado.
Pasó el tiempo y regresó su chica diciéndole que no iba a funcionar lo que tenían; además de que del grupo de amigos de los cuales eramos "las parejas", muchos entraron a la universidad y dejaron de juntarse. Así, dejó de aparecer en las pocas fiestas que todavía se organizaban. Mi relación con mi entonces novia tampoco duró mucho más y perdimos contacto. No sé muy bien qué habrá sido de él en todo ese tiempo, pero yo me subí a una montaña rusa que cambió mi vida para siempre. Así, nublado de ese pasado, fue raro encontrármelo otra vez.
Yo llevaba rato jugando en una liga de futbol con mis cuates, en la cual teníamos un némesis, producto de nada, debo admitir, pero rivales a muerte a fin de cuentas. Un buen día lo vi en la cancha jugando para ese equipo mientras yo esperaba mi turno. Aunque me tardé en reconocerlo, verlo me trajo una bola de recuerdos que creía pasados. No supe bien qué hacer, hacía tanto que no lo veía. Además, siempre me sentí medio mal por la manera en que había terminado su relación, lo cual hacía la situación más complicada. Terminó el partido, los jugadores se dieron la mano y se acercó a las gradas, en donde yo estaba. Caminando levantó la mirada y se cruzó con la mía. Caminó hacia mi y entonces me acordé, Paco. No estaba sonriendo.
-¿Las sigues viendo?
-No. ¿Tú?
-Tampoco.
Esta vez no hubo abrazo.
Yahoo Answers
Esta entrada está relacionada con el hecho de que, al parecer, cada vez que googleas algo, aparece dentro de la primera tirada un link a una "Yahoo Answer" -un sistema en que gente hace preguntas que otra gente responde. ¿Alguien está pensando lo mismo que yo?
Preguntar está a toda madre, pues nomás es cosa de esperar a que alguien conteste. ¿Pero quiénes son esos alguienes? ¿Qué hacen de su vida? ¿Cómo se encuentran con la pregunta que les toca responder? ¿A poco están todo el día ahí pegados? Además, por si fuera poco, resulta que todos son bien buena onda. Como prueba:
http://mx.answers.yahoo.com/question/index?qid=20071102160004AATHAOg
Preguntar está a toda madre, pues nomás es cosa de esperar a que alguien conteste. ¿Pero quiénes son esos alguienes? ¿Qué hacen de su vida? ¿Cómo se encuentran con la pregunta que les toca responder? ¿A poco están todo el día ahí pegados? Además, por si fuera poco, resulta que todos son bien buena onda. Como prueba:
http://mx.answers.yahoo.com/question/index?qid=20071102160004AATHAOg
19.2.09
Carlos Slim
A continuación publico una carta escrita por Denisse Dresser a Carlos Slim. Creo que todos debemos leerla.
Febrero 15, 2009
Carta Abierta a Carlos Slim
Estimado Ingeniero: Le escribo este texto como ciudadana. Como consumidora. Como mexicana preocupada por el destino de mi país y por el papel que usted juega en su presente y en su futuro. He leído con detenimiento las palabras que pronunció en el Foro "Qué hacer para crecer" y he reflexionado sobre sus implicaciones. Su postura en torno a diversos temas me recordó aquella famosa frase atribuida al presidente de la compañía automotriz General Motors, quien dijo: "lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos". Y creo que usted piensa algo similar: lo que es bueno para Carlos Slim, para Telmex, para Telcel, para el Grupo Carso es bueno para México. Pero no es así. Usted se percibe como solución cuando se ha vuelto parte del problema; usted se percibe como estadista con la capacidad de diagnosticar los males del país cuando ha contribuido a producirlos; usted se ve como salvador indispensable cuando se ha convertido en bloqueador criticable. De allí las contradicciones, las lagunas y las distorsiones que plagaron su discurso y menciono las más notables.
Usted dice que es necesario pasar de una sociedad urbana e industrial a una sociedad terciaria, de servicios, tecnológica, de conocimiento. Es cierto. Pero en México ese tránsito se vuelve difícil en la medida en la cual los costos de telecomunicaciones son tan altos, la telefonía es tan cara, la penetración de internet de banda ancha es tan baja. Eso es el resultado del predominio que usted y sus empresas tienen en el mercado. En pocas palabras, en el discurso propone algo que en la práctica se dedica a obstaculizar.
Usted subraya el imperativo de fomentar la productividad y la competencia, pero a lo largo de los años se ha amparado en los tribunales ante esfuerzos regulatorios que buscan precisamente eso. Aplaude la competencia, pero siempre y cuando no se promueva en su sector. Usted dice que no hay que preocuparse por el crecimiento del Producto Interno Bruto; que lo más importante es cuidar el empleo que personas como usted proveen. Pero es precisamente la falta de crecimiento económico lo que explica la baja generación de empleos en México desde hace años. Y la falta de crecimiento está directamente vinculada con la persistencia de prácticas anti-competitivas que personas como usted justifican.
Usted manda el mensaje de que la inversión extranjera debe ser vista con temor, con ambivalencia. Dice que "las empresas modernas son los viejos ejércitos. Los ejércitos conquistaban territorios y cobraban tributos". Dice que ojalá no entremos a una etapa de "Sell Mexico" a los inversionistas extranjeros y cabildea para que no se permita la inversión extranjera en telefonía fija. Pero al mismo tiempo, usted como inversionista extranjero en Estados Unidos acaba de invertir millones de dólares en The New York Times, en las tiendas Saks, en Citigroup. Desde su perspectiva incongruente, la inversión extranjera se vale y debe ser aplaudida cuando usted la encabeza en otro país, pero debe ser rechazada en México.
Usted reitera que "necesitamos ser competitivos en esta sociedad del conocimiento y necesitamos competencia; estoy de acuerdo con la competencia". Pero al mismo tiempo, en días recientes ha manifestado su abierta oposición a un esfuerzo por fomentarla, descalificando, por ejemplo, el Plan de Interconexión que busca una cancha más pareja de juego. Usted dice que es indispensable impulsar a las pequeñas y medianas empresas, pero a la vez su empresa -Telmex - las somete a costos de telecomunicaciones que retrasan su crecimiento y expansión.
Usted dice que la clase media se ha achicado, que "la gente no tiene ingreso", que debe haber una mejor distribución del ingreso. El diagnóstico es correcto, pero sorprende la falta de entendimiento sobre cómo usted mismo contribuye a esa situación. El presidente de la Comisión Federal de Competencia lo explica con gran claridad: los consumidores gastan 40 por ciento más de los que deberían por la falta de competencia en sectores como las telecomunicaciones. Y el precio más alto lo pagan los pobres.
Usted sugiere que las razones principales del rezago de México residen en el gobierno: la ineficiencia de la burocracia gubernamental, la corrupción, la infraestructura inadecuada, la falta de acceso al financiamiento, el crimen, los monopolios públicos. Sin duda todo ello contribuye a la falta de competitividad. Pero los monopolios privados como el suyo también lo hacen.
Usted habla de la necesidad de "revisar un modelo económico impuesto como dogma ideológico" que ha producido crecimiento mediocre. Pero precisamente ese modelo -de insuficiencia regulatoria y colusión gubernamental- es el que le ha permitido a personas como usted acumular la fortuna que tiene hoy, valuada en 59 mil millones de dólares. Desde su punto de vista el modelo está mal, pero no hay que cambiarlo en cuanto a su forma particular de acumular riqueza.
La revisión puntual de sus palabras y de su actuación durante más de una década revela entonces un serio problema: hay una brecha entre la percepción que usted tiene de sí mismo y el impacto nocivo de su actuación; hay una contradicción entre lo que propone y cómo actúa; padece una miopía que lo lleva a ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.
Usted se ve como un gran hombre con grandes ideas que merecen ser escuchadas. Pero ese día ante los diputados, ante los senadores, ante la opinión pública usted no habló de las grandes inversiones que iba a hacer, de los fantásticos proyectos de infraestructura que iba a promover, del empleo que iba a crear, del compromiso social ante la crisis con el cual se iba a comprometer, de las características del nuevo modelo económico que prometería apoyar. En lugar de ello nos amenazó. Nos dijo -palabras más, palabras menos- que la situación económica se pondría peor y que ante ello nadie debía tocarlo, regularlo, cuestionarlo, obligarlo a competir. Y como al día siguiente el gobierno publicó el Plan de Interconexión telefónica que buscaría hacerlo, usted en respuesta anunció que Telmex recortaría sus planes de inversión. Se mostró de cuerpo entero como alguien dispuesto a hacerle daño a México si no consigue lo que quiere, cuando quiere. Tuvo la oportunidad de crecer y en lugar de ello se encogió.
Sin duda usted tiene derecho a promover sus intereses, pero el problema es que lo hace a costa del país. Tiene derecho a expresar sus ideas, pero dado su comportamiento, es difícil verlo como un actor altruista y desinteresado, que sólo busca el desarrollo de México. Usted sin duda posee un talento singular y loable: sabe cuándo, cómo y dónde invertir. Pero también despliega otra característica menos atractiva: sabe cuándo, cómo y dónde presionar y chantajear a los legisladores, a los reguladores, a los medios, a los jueces, a los periodistas, a la intelligentsia de izquierda, a los que se dejan guiar por un nacionalismo mal entendido y por ello aceptan la expoliación de un mexicano porque -por lo menos- no es extranjero.
Probablemente usted va a descalificar esta carta de mil maneras, como descalifica las críticas de otros. Dirá que soy de las que envidia su fortuna, o tiene algún problema personal, o es una resentida. Pero no es así. Escribo con la molestia compartida por millones de mexicanos cansados de las cuentas exorbitantes que pagan; cansados de los contratos leoninos que firman; cansada de las rentas que transfieren; cansados de las empresas rapaces que padecen; cansada de los funcionarios que de vez en cuando critican a los monopolios pero hacen poco para desmantelarlos. Escribo con tristeza, con frustración, con la desilusión que produce presenciar la conducta de alguien que podría ser mejor. Que podría dedicarse a innovar en vez de bloquear. Que podría competir exitosamente pero prefiere ampararse constantemente. Que podría darle mucho de vuelta al país pero opta por seguirlo ordeñado. Que podría convertirse en el filántropo más influyente pero insiste en ser el plutócrata más insensible. John F. Kennedy decía que las grandes crisis producen grandes hombres. Lástima que en este momento crítico para México, usted se empeña en demostrarnos que no aspira a serlo
Febrero 15, 2009
Carta Abierta a Carlos Slim
Estimado Ingeniero: Le escribo este texto como ciudadana. Como consumidora. Como mexicana preocupada por el destino de mi país y por el papel que usted juega en su presente y en su futuro. He leído con detenimiento las palabras que pronunció en el Foro "Qué hacer para crecer" y he reflexionado sobre sus implicaciones. Su postura en torno a diversos temas me recordó aquella famosa frase atribuida al presidente de la compañía automotriz General Motors, quien dijo: "lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos". Y creo que usted piensa algo similar: lo que es bueno para Carlos Slim, para Telmex, para Telcel, para el Grupo Carso es bueno para México. Pero no es así. Usted se percibe como solución cuando se ha vuelto parte del problema; usted se percibe como estadista con la capacidad de diagnosticar los males del país cuando ha contribuido a producirlos; usted se ve como salvador indispensable cuando se ha convertido en bloqueador criticable. De allí las contradicciones, las lagunas y las distorsiones que plagaron su discurso y menciono las más notables.
Usted dice que es necesario pasar de una sociedad urbana e industrial a una sociedad terciaria, de servicios, tecnológica, de conocimiento. Es cierto. Pero en México ese tránsito se vuelve difícil en la medida en la cual los costos de telecomunicaciones son tan altos, la telefonía es tan cara, la penetración de internet de banda ancha es tan baja. Eso es el resultado del predominio que usted y sus empresas tienen en el mercado. En pocas palabras, en el discurso propone algo que en la práctica se dedica a obstaculizar.
Usted subraya el imperativo de fomentar la productividad y la competencia, pero a lo largo de los años se ha amparado en los tribunales ante esfuerzos regulatorios que buscan precisamente eso. Aplaude la competencia, pero siempre y cuando no se promueva en su sector. Usted dice que no hay que preocuparse por el crecimiento del Producto Interno Bruto; que lo más importante es cuidar el empleo que personas como usted proveen. Pero es precisamente la falta de crecimiento económico lo que explica la baja generación de empleos en México desde hace años. Y la falta de crecimiento está directamente vinculada con la persistencia de prácticas anti-competitivas que personas como usted justifican.
Usted manda el mensaje de que la inversión extranjera debe ser vista con temor, con ambivalencia. Dice que "las empresas modernas son los viejos ejércitos. Los ejércitos conquistaban territorios y cobraban tributos". Dice que ojalá no entremos a una etapa de "Sell Mexico" a los inversionistas extranjeros y cabildea para que no se permita la inversión extranjera en telefonía fija. Pero al mismo tiempo, usted como inversionista extranjero en Estados Unidos acaba de invertir millones de dólares en The New York Times, en las tiendas Saks, en Citigroup. Desde su perspectiva incongruente, la inversión extranjera se vale y debe ser aplaudida cuando usted la encabeza en otro país, pero debe ser rechazada en México.
Usted reitera que "necesitamos ser competitivos en esta sociedad del conocimiento y necesitamos competencia; estoy de acuerdo con la competencia". Pero al mismo tiempo, en días recientes ha manifestado su abierta oposición a un esfuerzo por fomentarla, descalificando, por ejemplo, el Plan de Interconexión que busca una cancha más pareja de juego. Usted dice que es indispensable impulsar a las pequeñas y medianas empresas, pero a la vez su empresa -Telmex - las somete a costos de telecomunicaciones que retrasan su crecimiento y expansión.
Usted dice que la clase media se ha achicado, que "la gente no tiene ingreso", que debe haber una mejor distribución del ingreso. El diagnóstico es correcto, pero sorprende la falta de entendimiento sobre cómo usted mismo contribuye a esa situación. El presidente de la Comisión Federal de Competencia lo explica con gran claridad: los consumidores gastan 40 por ciento más de los que deberían por la falta de competencia en sectores como las telecomunicaciones. Y el precio más alto lo pagan los pobres.
Usted sugiere que las razones principales del rezago de México residen en el gobierno: la ineficiencia de la burocracia gubernamental, la corrupción, la infraestructura inadecuada, la falta de acceso al financiamiento, el crimen, los monopolios públicos. Sin duda todo ello contribuye a la falta de competitividad. Pero los monopolios privados como el suyo también lo hacen.
Usted habla de la necesidad de "revisar un modelo económico impuesto como dogma ideológico" que ha producido crecimiento mediocre. Pero precisamente ese modelo -de insuficiencia regulatoria y colusión gubernamental- es el que le ha permitido a personas como usted acumular la fortuna que tiene hoy, valuada en 59 mil millones de dólares. Desde su punto de vista el modelo está mal, pero no hay que cambiarlo en cuanto a su forma particular de acumular riqueza.
La revisión puntual de sus palabras y de su actuación durante más de una década revela entonces un serio problema: hay una brecha entre la percepción que usted tiene de sí mismo y el impacto nocivo de su actuación; hay una contradicción entre lo que propone y cómo actúa; padece una miopía que lo lleva a ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.
Usted se ve como un gran hombre con grandes ideas que merecen ser escuchadas. Pero ese día ante los diputados, ante los senadores, ante la opinión pública usted no habló de las grandes inversiones que iba a hacer, de los fantásticos proyectos de infraestructura que iba a promover, del empleo que iba a crear, del compromiso social ante la crisis con el cual se iba a comprometer, de las características del nuevo modelo económico que prometería apoyar. En lugar de ello nos amenazó. Nos dijo -palabras más, palabras menos- que la situación económica se pondría peor y que ante ello nadie debía tocarlo, regularlo, cuestionarlo, obligarlo a competir. Y como al día siguiente el gobierno publicó el Plan de Interconexión telefónica que buscaría hacerlo, usted en respuesta anunció que Telmex recortaría sus planes de inversión. Se mostró de cuerpo entero como alguien dispuesto a hacerle daño a México si no consigue lo que quiere, cuando quiere. Tuvo la oportunidad de crecer y en lugar de ello se encogió.
Sin duda usted tiene derecho a promover sus intereses, pero el problema es que lo hace a costa del país. Tiene derecho a expresar sus ideas, pero dado su comportamiento, es difícil verlo como un actor altruista y desinteresado, que sólo busca el desarrollo de México. Usted sin duda posee un talento singular y loable: sabe cuándo, cómo y dónde invertir. Pero también despliega otra característica menos atractiva: sabe cuándo, cómo y dónde presionar y chantajear a los legisladores, a los reguladores, a los medios, a los jueces, a los periodistas, a la intelligentsia de izquierda, a los que se dejan guiar por un nacionalismo mal entendido y por ello aceptan la expoliación de un mexicano porque -por lo menos- no es extranjero.
Probablemente usted va a descalificar esta carta de mil maneras, como descalifica las críticas de otros. Dirá que soy de las que envidia su fortuna, o tiene algún problema personal, o es una resentida. Pero no es así. Escribo con la molestia compartida por millones de mexicanos cansados de las cuentas exorbitantes que pagan; cansados de los contratos leoninos que firman; cansada de las rentas que transfieren; cansados de las empresas rapaces que padecen; cansada de los funcionarios que de vez en cuando critican a los monopolios pero hacen poco para desmantelarlos. Escribo con tristeza, con frustración, con la desilusión que produce presenciar la conducta de alguien que podría ser mejor. Que podría dedicarse a innovar en vez de bloquear. Que podría competir exitosamente pero prefiere ampararse constantemente. Que podría darle mucho de vuelta al país pero opta por seguirlo ordeñado. Que podría convertirse en el filántropo más influyente pero insiste en ser el plutócrata más insensible. John F. Kennedy decía que las grandes crisis producen grandes hombres. Lástima que en este momento crítico para México, usted se empeña en demostrarnos que no aspira a serlo
Overheard - 7
En un baño de mujeres, dos cabinas ocupadas por elegantes tacones.
1. Eso del estrés hace mucho daño.
Silencio. Se escucha un pedo y se ve uno de los pies moverse incómodamente. Silencio.
2. Sí, está cañón.
Tomado de Marisa Díez- Canedo
1. Eso del estrés hace mucho daño.
Silencio. Se escucha un pedo y se ve uno de los pies moverse incómodamente. Silencio.
2. Sí, está cañón.
Tomado de Marisa Díez- Canedo
18.2.09
10.2.09
Escaramuza o por qué de noche
En la noche lo que importa es la noche, esa noche que se siente como testigo silencioso, esa noche impersonal y densa que nos acompaña en la soledad: esa noche en la que somos otros porque estamos juntos.
(De día es otra cosa.)
(De día es otra cosa.)
7.2.09
4.2.09
Como de boda o Statment of Entry
Estuve considerando si postear esto o no. A fin de cuentas, las cosas tienen una manera cagada de darse la vuelta y supongo que esta situación no durará mucho. No lo tomen de mala manera, simplemente me siento un poco frustrado y estoy consciente de que esto provoca un punto de vista muy imparcial, del cual me hago responsable y ofrezco las disculpas necesarias.
Cuando acabé la secu me di cuenta que no me caía bien a mi mismo. Así, pasé la mayor parte de mi prepa intendando ser una persona más amable y más abierta, el término: approachable. Resulta que las cosas no fueron tan fáciles: encontré en el camino una serie de obstáculos que muchas veces me tumbaron, otros muchos que me dieron más ánimos y otros más que simplemente decidí olvidarlos y dejarlos pasar, pues, total, ¿pa'qué? Conocí a mucha gente, algunos de los cuales se han convertido en pilares de mi vida, de esa gente non-pelustra con la que compartes de todo y a los que les debo gran parte de mi neurosis (by the way, a todos ustedes, infinitas gracias y reverencias). Descubrí, también, a la fachada, o esa gente incongruente consigo mismos y con el mundo en el que viven, de los cuales prefiero resevar comentarios.
Los días de la prepa han terminado, y gustoso salí para encontrarme con un mundo para el que yo creía estar preparado. En la universidad me di cuenta de que la fachada es inevitable y que lo "buena onda" no es lo mío, pues ser approachable no es chido, así como tampoco lo es ser un neúrotico preocupado por el destino de esta raza y su entorno. También descubro, mientras pasa el tiempo, que mis intereses no giran en torno a las modas ni mucho menos a lo que se supone debería estar haciendo. Me he desgastado al llenarme de malos sabores alrededor de mi - generados precisamente por la raza que tanto admiro. Me he desgastado también queriendo impulsar a un mundo que tal vez no quiera ser impulsado y ahora creo que he envejecido muy rápido y que por eso soy un extraño, el término: outsider.
Ser un outsider no es fácil. La gente te admira pero también te ve con miedo, como si pensaran que les voy a hacer algo -es cagado, también, porque es difícil que te vean a los ojos. Eres un ente a fin de cuentas solitario, rodeado de unos cuantos que comparten este sentimiento. La fachada sigue con sus ondas y no están abiertos a ver las cosas desde otro punto de vista, mientras que yo me voy sintiendo cada vez más débil, cada vez más fuera de esta realidad que me parece una farsa a la que no puedo pertenecer. Veo las puertas cerrándose de par en par y siento mi sombra crecer y ser más grande y más presente. La mesa está puesta pero no puedo comer.
Y así se cierra el telón de lo que he querido llamar mi "declaración de conciencia", con una sensación de instatisfacción enorme que a veces parece que me roba el sueño. El término: no-shit-no-place. Ni modo, tendré que seguir buscando.
Cuando acabé la secu me di cuenta que no me caía bien a mi mismo. Así, pasé la mayor parte de mi prepa intendando ser una persona más amable y más abierta, el término: approachable. Resulta que las cosas no fueron tan fáciles: encontré en el camino una serie de obstáculos que muchas veces me tumbaron, otros muchos que me dieron más ánimos y otros más que simplemente decidí olvidarlos y dejarlos pasar, pues, total, ¿pa'qué? Conocí a mucha gente, algunos de los cuales se han convertido en pilares de mi vida, de esa gente non-pelustra con la que compartes de todo y a los que les debo gran parte de mi neurosis (by the way, a todos ustedes, infinitas gracias y reverencias). Descubrí, también, a la fachada, o esa gente incongruente consigo mismos y con el mundo en el que viven, de los cuales prefiero resevar comentarios.
Los días de la prepa han terminado, y gustoso salí para encontrarme con un mundo para el que yo creía estar preparado. En la universidad me di cuenta de que la fachada es inevitable y que lo "buena onda" no es lo mío, pues ser approachable no es chido, así como tampoco lo es ser un neúrotico preocupado por el destino de esta raza y su entorno. También descubro, mientras pasa el tiempo, que mis intereses no giran en torno a las modas ni mucho menos a lo que se supone debería estar haciendo. Me he desgastado al llenarme de malos sabores alrededor de mi - generados precisamente por la raza que tanto admiro. Me he desgastado también queriendo impulsar a un mundo que tal vez no quiera ser impulsado y ahora creo que he envejecido muy rápido y que por eso soy un extraño, el término: outsider.
Ser un outsider no es fácil. La gente te admira pero también te ve con miedo, como si pensaran que les voy a hacer algo -es cagado, también, porque es difícil que te vean a los ojos. Eres un ente a fin de cuentas solitario, rodeado de unos cuantos que comparten este sentimiento. La fachada sigue con sus ondas y no están abiertos a ver las cosas desde otro punto de vista, mientras que yo me voy sintiendo cada vez más débil, cada vez más fuera de esta realidad que me parece una farsa a la que no puedo pertenecer. Veo las puertas cerrándose de par en par y siento mi sombra crecer y ser más grande y más presente. La mesa está puesta pero no puedo comer.
Y así se cierra el telón de lo que he querido llamar mi "declaración de conciencia", con una sensación de instatisfacción enorme que a veces parece que me roba el sueño. El término: no-shit-no-place. Ni modo, tendré que seguir buscando.
3.2.09
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