Fue un personaje secundario de algún momento de mi vida. Cuando me acuerdo de él, lo primero que veo es que siempre traía una sonrisa y estaba rodeado de mucha gente, a los que entretenía con anécdotas divertidas. Personalmente no me molestaba en lo más mínimo, aunque debo decir que no era precisamente mi persona favorita. Era dos tres egocéntrico tirándole a lo mitómano y chupaba más de lo que yo podría imaginar. Sin embargo era un buen tipo que siempre me saludaba de abrazo y, aunque me caía bien, nunca lo conocí lo suficiente como para ser su cuate.
Nos conocimos en un verano porque él salía con una chica que era muy amiga de mi entonces novia. (Este par de chicas estaban terminando la prepa y, como cualquiera que pasa por ese momento, no podían pasar un segundo en el que no estuvieran rodeadas de todos sus compañeros.) Su novia se fue a pasar el verano al extranjero con su familia, y era cagado ver que él seguía yendo a las reuniones, sintiéndose como pez en el agua, declarando su amor sin pena por la que no estaba. A decir verdad, envidiaba su capacidad de integración, cosa que nunca se me ha dado.
Pasó el tiempo y regresó su chica diciéndole que no iba a funcionar lo que tenían; además de que del grupo de amigos de los cuales eramos "las parejas", muchos entraron a la universidad y dejaron de juntarse. Así, dejó de aparecer en las pocas fiestas que todavía se organizaban. Mi relación con mi entonces novia tampoco duró mucho más y perdimos contacto. No sé muy bien qué habrá sido de él en todo ese tiempo, pero yo me subí a una montaña rusa que cambió mi vida para siempre. Así, nublado de ese pasado, fue raro encontrármelo otra vez.
Yo llevaba rato jugando en una liga de futbol con mis cuates, en la cual teníamos un némesis, producto de nada, debo admitir, pero rivales a muerte a fin de cuentas. Un buen día lo vi en la cancha jugando para ese equipo mientras yo esperaba mi turno. Aunque me tardé en reconocerlo, verlo me trajo una bola de recuerdos que creía pasados. No supe bien qué hacer, hacía tanto que no lo veía. Además, siempre me sentí medio mal por la manera en que había terminado su relación, lo cual hacía la situación más complicada. Terminó el partido, los jugadores se dieron la mano y se acercó a las gradas, en donde yo estaba. Caminando levantó la mirada y se cruzó con la mía. Caminó hacia mi y entonces me acordé, Paco. No estaba sonriendo.
-¿Las sigues viendo?
-No. ¿Tú?
-Tampoco.
Esta vez no hubo abrazo.
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