30.3.13

De fondo unas montañas


(La noche en el valle)

De fondo unas montañas.
No, espera, no están de fondo:
nos rodean, nos aprietan
nos asfixian como la humedad casi sólida que parece colarse por cada poro.

Un silencio casi absoluto donde sólo se escuchan nuestros pasos,
algún murmullo cuando alguien dice algo,
el ruido genérico de la selva que nos observa
paciente y quieta.

Un poco más abajo un riachuelo.
No se ve, pero escucha,
frena
y escucha.
¿Lo oyes?

Ya ni me acuerdo a dónde vamos,
llevamos rato caminando
y la luz dorada que nos recibió
y acariciaba las copas de los árboles
se vuelve poco a poco más rosa
más violeta,
y la selva parece acercarse y cerrarse,
aprovechando la mirada imponente de las montañas de atrás
que con la oscuridad se vuelven sólo siluetas.

No, gracias, respondemos
al hombre que se para y nos ofrece aventón,
queremos ir a pie.
Y cuando se aleja aquel motor,
cuando da vuelta en el siguiente meandro del río
el silencio se vuelve más evidente,
la quietud más aguda,
y se siente más presente
la amenaza constante de la noche
y de lo oscuro.

Pero de pronto las estrellas
cuando siento las piernas más pesadas.
De pronto las estrellas cuando la selva
se vuelve un telón de fondo.
De pronto las estrellas
que toman el primer plano.
Y todo el miedo
la oscuridad
el silencio de bichos
la omnipresencia de las montañas
asumen su condición de escenario y entonces
paramos, míralas,
mira cómo se ve esa línea,
cómo se dibuja perfectamente
el límite de la galaxia,
cómo pasa esa estrella fugaz,
cruzando el cielo sin importarle que alguien
acá abajo,
en un valle sumido en medio del mundo oscuro,
la observa.

Mira qué tontos somos,
cuánto nos preocupamos por detalles sin importancia,
cuánto pensamos de las cosas.
Míranos ahí, reflejados en lo infinito,
perdidos en la nada de este silencio,
pensándonos parte de esto,
parte de todo.

Ya ni sé a dónde íbamos.

De fondo unas montañas.

19.3.13

La gabardina

¿Qué es la tristeza? Esa sensación de peso constante en el pecho, de ahogo y de días fríos. ¿Qué es eso que nos apachurra y nos hace perder la esperanza? El enojo, la frustración, todo junto, todo un sólo canal de intención, un sólo plano de existencia; esa idea de gabardina y una lluvia fina y alguien caminando por una calle vacía y sin ruido. La tristeza: un sentimiento personal, unidireccional y difícil de compartir - una necesidad de desahogo, de gritar, de decirle a otro -es que tú,-... ¿por qué?

Alguna vez me dijeron que no invirtiera tanto corazón, que luego las deudas se pagaban caras. Somos todos, le dije, y se echó a correr. Entonces volteé, vi mi gabardina esperándome en la esquina y pedí la cuenta. Salí a la calle que a esas horas estaba desierta y empecé a caminar sin rumbo, dejando que la lluvia, calmada, pequeña, me golpeara la cabeza. Fue en ese momento que entendí.

18.3.13

Tardes


Tardes de jacarandas moradas,
tardes doradas,
tardes de luz infinita y cielos azules hasta el horizonte.

Tardes húmedas,
tardes de montañas,
tardes de balcones y terrazas.

Tardes de sobremesa con café y chocolate,
tardes de música,
tardes de agarrarte la mano y sonreírte.

Tardes de aviones,
de esos que dejan una estela blanca detrás,
volando ahí arriba sin un rumbo aparente,
viendo por la ventana, callados,
cómo el sol dorado se pone atrás del Ajusco,
echando una sombra sobre el Valle que nosotros
abajo
vemos desde nuestra ventana, pensando en cuándo volaremos,
cuándo seremos nosotros los que veamos una tarde desde arriba,
dejando todo atrás, olvidándonos por un segundo que después llega la noche.

¿Cuántas tardes nos quedan?
¿Cuántas tardes antes de que el sol se ponga y aparezcan las primeras luces?