16.4.13

Pedro Ramírez Vázquez


La muerte de Ramírez Vázquez (16 de abril 1919 – 16 de abril 2013) es un ejemplo perfecto del estado de la crítica arquitectónica mexicana. Desdeñado por muchos porque “él no fue” el autor principal de sus más destacados proyectos, Ramírez Vázquez no entra dentro del mainstream de los arquitectos famosos, en donde sí se incluyen personajes mucho más aburridos como arquitectos, y en general como personas. Sin embargo, ¿hay algún proyecto de alguno de estos arquitectos –Teodoro, Legorreta, Agustín Hernández- que tenga algo del impacto simbólico o mediático de edificios como la Basílica de Guadalupe, el Estadio Azteca o el Museo de Antropología?
   Ramírez Vázquez está tan fuera del discurso que en clase de historia de la arquitectura mexicana del siglo XX nunca hablamos de él. Sin embargo, yo nunca he visto en un proyecto suyo el nivel de deterioro de, por ejemplo, la Unidad Miguel Alemán, de Pani, de quien tuvimos por lo menos un par de sesiones. Y no es que tenga algo en contra de Pani: yo también, como arquitecto, lo admiro profundamente y me encantan los detalles y la volumetría y su postura ideológica; pero pregúntenle a alguien que no sea arquitecto si conoce el Conservatorio de Polanco y luego si conoce cualquiera de las obras previamente mencionadas: el resultado será sorprendente.
   Sí, estoy de acuerdo que Ramírez Vázquez fue sobre todo un ser político, que más que diseñar sabía negociar con autoridades públicas y privadas y que en general se dedicaba a concertar a los distintos actores que intervienen en un proyecto. Sí, es cierto que Ramírez Vázquez no llenaba esa idea del arquitecto “noble” y “poeta”, ese arquitecto coherente consigo mismo (o sea, que se auto referencia en todos sus proyectos), que era un arquitecto del poder, un Albert Speer región 4, faraónico, megalómano. Es cierto que no era un teórico, como Villagrán, un esteta como Pani, un radical como O’Gorman; pero no se puede negar que su obra incluye algunos de los proyectos más exitosos a nivel urbano del siglo XX mexicano. ¿Qué no al primer lugar al que llevamos a un turista es a Antropología? ¿Y qué, pregunto, sería del futbol mundial sin el Azteca? ¿Y del culto a la Guadalupe sin la Basílica? ¿Qué hubiera sido de las Olimpiadas sin este personaje? ¿Qué, a poco nadie se ha dado cuenta que a la arquitectura “seria” nadie le hace caso? ¿Nadie en este país ha leído a Venturi? ¿Nadie ha entendido el efecto Guggenheim? ¿O será acaso que por “vernácula” y “vulgar” prefieren dejar toda esa arquitectura fuera de la discusión? ¿Qué sobrada soberbia decide quién sí entra al distinguido club y quién no?
   Tal vez la labor más pura del arquitecto sea lidiar con los intereses particulares y traducirlos de la mejor manera para que sean de provecho para el dominio público. Si tomamos esto como cierto, entonces Ramírez Vázquez es el arquitecto más importante –aunque no sea el mejor,- de la modernidad mexicana. Y claro, ahora que ha muerto, que lluevan los honores, que se dejen oír los arrepentimientos.

Antropología

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