Supongo
que nadie en su sano juicio puede estar en contra de una intervención en la
Avenida Chapultepec, sobre todo si está enfocada en darle un lugar privilegiado
al peatón y mermar el impacto de los automovilistas[1]. Ahora, de ahí a que el
gobierno de la ciudad quiera convencernos de que un segundo piso “cultural” y con
comercio es la opción más viable para arreglar el caos que reina abajo, eso me
parece una aberración. Además, un vistazo rápido revela que el proceso ha sido
opaco, apresurado y equivocado; y que todo esfuerzo por llevar a cabo una
genuina consulta ciudadana —importante precisamente por la escala y el impacto
de este proyecto, — ha quedado reducido, por tiempos y formas, a una mera
apariencia de democracia.
La realidad es que la ciudad y su
Jefe de Gobierno no necesitarían de estos esfuerzos superfluos si realmente
tuvieran un plan de desarrollo a largo plazo, que incluyera estrategias en toda
la zona metropolitana y no solo en la ya muy desarrollada zona céntrica. El
Corredor Cultural Chapultepec es, como lo deja claro el video promocional, solo
un icono, un icono grandilocuente pensado para resumir en un gran gesto todo lo
que no se ha hecho por el resto de la ciudad; un icono desesperado porque es
claro que Mancera pierde adeptos y necesita convencer a la gente de que su
mediática “CDMX” avanza hacia algún
lado; un icono nada inocente porque pone en jaque el rol del Estado frente a la
sociedad civil. ¿Para quién piensan la ciudad?
Y lo peor es que si funciona es precisamente
porque estamos ávidos de espectáculo y circos mediáticos, de inmediatismos inconsecuentes
y “cool”; porque estamos muertos de ganas de pertenecer al mundo “global” y
cualquier idea que parezca importada o “innovadora” la compramos a cualquier
precio, incluso si para llevarla a cabo no se tomó en cuenta la opinión de
nadie, ni se consideraron otras opciones, ni se tomaron en cuenta todos los
efectos secundarios que podría conllevar. Necesitamos este montaje vacuo y
ellos lo saben. Y en ese mismo mundo de “progreso” sin cuestionamientos,
preferimos la fantasiosa realidad de atardecer dorado y gente rubia que ofrecen
los renders de los arquitectos a la abrumadora y compleja realidad social que
es la norma de esta ciudad, porque ¿para qué enfrentar los problemas cuando los
podemos tapar con árboles imposibles, jardines colgantes y segundos pisos
mágicos?
Además juega porque somos una sociedad tan poco
preparada que los tibios e ignorantes que nos gobiernan pueden hacer lo que
quieran —es decir, hacer un centro comercial con algunas jardineras, — con tan
solo decir que es un corredor que fomentará la “cultura”. Y para convencernos
de que van en serio y que realmente les importa el desarrollo de algo que en
realidad no apoyan, designan con colorcitos, como si fuéramos niños, áreas
específicas para cada una de las “bellas artes”. Y así tenemos la pintura y la
escultura y la danza y el teatro, y no se olviden de la fotografía y la música
y el cine y la arquitectura, porque la cultura, para estos genios, es eso:
categorías de colores perfectamente enmarcadas. Pregunto, ¿qué saben ellos de
cultura, si toda la infraestructura de los alrededores, su competencia,
subsiste gracias a una mezcla entre genuino amor al arte y mucha suerte? ¿Qué
saben ellos si creen que lo que su proyecto hace es “celebrar” —porque aunque
parezca increíble así lo dijo el genial Fernando Romero, — la historia de
nuestra ciudad?
Y lo venden como espacio público cuando en
realidad están cediendo lo poco de público que tiene a un ente de moral dudosa
que impondrá las normas de conducta, eliminando así cualquier anomalía que
amenace el orden establecido. Y en sus páginas de Excel el espacio público son
solo números y más números, como dice sonriente un impecable funcionario con
gomina que al tiempo de hablar de transparencia se da el lujo de bloquear a los
que se atreven a cuestionarlo.
Y aun así pasará como todo pasa en este país de
imposiciones turbias e innecesarias. Pasará y será el único legado que el ignominioso
y parco Mancera habrá dejado a esta ciudad junto con el alza en el precio del
boleto del metro y un amplio historial de represión policial. Pasará y se
construirá como una gran estructura que pudo ser evitada si tan solo se hubiera
pensado bien, es decir, como parte de un gran tablero metropolitano, tomando en
cuenta a la ciudadanía, y no como una línea abstracta y rentable, concebida por
fríos cálculos financieros.
Yo por eso, y aunque me hablen maravillas, ya
no les creo nada.
[1] Y
que, ante el lema de “si no te gusta propón”, ha generado muy buenas
propuestas, como esta http://www.arquine.com/espacio-publico-y-chapultepec/
de Roberto Remes o esta http://www.arquine.com/cedric-price-en-chapultepec/
de Alejandro Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario