30.10.09

Cd. de México, 31·X·2009

Día ligeramente nublado con probabilidad de lluvia por la tarde.
Máx. 25
Mín. 14
Amanecer. 6:36
Anochecer. 18:29
Humedad. 59%
Presión. 1012mB
Viento. N/NO
Visibilidad. Despejado.

18.10.09

Funeral

Como que ya chole, ¿no? Todo es siempre el y que si, y el no, cómo crees. Pues no, ahora no. Ahora va y va en serio, sin rodeos, sin mirar atrás; cuando estoy solo estoy solo y punto. Que nadie diga que Dios es omnipresente, que nadie venga con cuentos chinos de la moral si ellos mismos ni saben de qué hablan. A todos ellos: valió, jugamos dos y ora sí ya bailó, me voy. Sí, desvelado, güey, pero lo bailado nadie me lo quita...

CURP

Para mí, la identidad es la suma constante de experiencias que van formando una moral personal, y que, aunque tiene profundas raíces en la familia y el entorno inmediato –la escuela, el país, etc-, puede ir cambiando según sea la vida de una persona. No existe la identidad fija, sino una identidad mutable que gira alrededor de un centro determinado desde que somos niños.


Creo que lo que nos define es lo que pensamos y lo que hacemos. Buenas tardes, soy Joaquín, y soy así, nomás, lo que ven. ¿Que qué soy? Soy producto de una mezcla entre todo lo que he vivido y lo que me han enseñado. Intento buscarme e identificarme en todo lo que veo y también adaptarme a cualquier circunstancia y de entender al otro desde su punto de vista. Soy mexicano, soy lancasteriano, soy chilango, soy de Tlalpan. Soy un poco de mi madre, soy un poco de mi padre, de mis amigos, de mis libros, de lo que me gusta; pero también soy lo que no soy y lo que no me gusta. Soy un cúmulo de experiencias que me ponen en donde estoy hoy.


También creo que uno puede tener muchas identidades y no necesariamente estas se cancelan. Yo soy uno aquí pero soy otro en otro lado –aunque estos dos ni se niegan ni se olvidan. En lo que viene sé que cambiarán cosas, tal vez tenga una vida común –terminar la carrera, encontrar trabajo, casarse, tener hijos,- o no, hacer otra cosa. Pero sé que seguiré siendo yo, y seguiré viendo al Joaquín de ocho años que era fan de Tutankamón, al Joaquín de la prepa que estaba medio güey, al de hoy, del cual me reservo comentarios, y así a todos los Joaquines que me antecedan.


La identidad es un camino personal, común y de gran escala. Personal porque es como nuestro currículo, común porque hay quienes tienen un currículo parecido y de gran escala porque en con ella se hacen pueblos y mundos. Así, a través de la identidad soy en la vida.

6.10.09

Paz

Vaya que he tenido momentos de paz, los recuerdo mejor que nada.

The Holliest Moments

Pasto seco y Día de Muertos, el sol que deja su brillantez veraniega y se pone su abrigo dorado de invierno y hojas en el piso. Los días se vuelven más cortos y, de repente, parece que hay menos gente en la calle. Empieza el fin del año.

Voy caminando debajo de una serie de truenos y laureles y, cuando cierro los ojos, me doy cuenta que por un segundo estoy en otro lado, ¿en dónde? No importa mucho, pero creo que es algún lugar de Hidalgo. Acabo de caminar unos diez minutos desde el rancho de alguien que no conozco, paso una canterita de piedra pomez y llego a un barranco -Hidalgo, claro, lleno de nopales y pasto seco y piedras y siempre un perro blanco que jadea bajo la sombra de alguna maleza.

En el fondo del barranco, que no es muy profundo, pasa un río. Lo sé no sólo por el ruido suave del agua allá abajo, sino por lo verde de los árboles que marcan esa línea. Me siento un rato nomás a ver, nomás a estar ahí sentado escuchando el agua y el viento que juega escondidillas en mis tímpanos. El tiempo sólo pasa para ese halcón que vuela por ahí arriba, a veces dando un par de aleteadas pero generalmente estático, suspendido junto con todo lo demás de alrededor.

En este lugar, como en aquel otro, del que por ahora estoy ausente, estoy solo. Pero no es una soledad nocturna de largas horas de silencio, sino una soledad en donde el juego es ser un expectador pasivo en un acto tan natural que parece ajeno.

1.10.09

Esa tarde cobriza

Hochob o Dzibilnocac y Chac que me mira desde su trono en una estructura de caliza blanca, atento a todos mis movimientos con las fauces de fuera, como si quisiera decirme lo que viene. El sol le pega de lado -es tarde,- y Chac, cansado de estar ahí por los siglos de los siglos, se yergue detrás de esa luz de cobre, orgulloso, dejando que entren esos últimos rayos por todos sus relieves, mientras espera -paciente, como siempre,- a ser consumido por su hermano Cauac. La noche se acerca tan vacía y solitaria como ha sido todo el día en la ruina, todos los días en la ruina, en donde este dios quedó como único testigo, ansioso de compartir su secreto inmóvil con el primero que lo quiera escuchar.

Estoy, no sé, hospedado en Campeche, Mérida, Yucatán, qué sé yo, no importa, no sé cómo llegué ni cuanto tiempo llevo aquí ni cómo voy a regresar. Lo que sí sé es que estoy enfrente de Chac y quiere que me quede. Veo sus ojos, vírgulas de piedra que no lloran sino musgo de zona árida. Veo su nariz, como lengua, sin gusto, seca de no hablar, de no moverse ni con el viento. Veo sus dientes, desgastados de tanto sacrificio y sus enormes aretes que le pesan como los años.

Los grillos y los moscos nos advierten con sus cantos que la selva baja nos acecha y que en cuanto baje el sol nos tomará por sorpresa. Mi anfitrión parece resignado a perder la batalla, dice, la pierdo todas las noches, dice, la gano durante el día pero la pierdo en la noche. La luz juega abusiva con lo ríspido de la piedra piel caliza del dios blanco, como un baño dorado, empapando de calor lo que no se empapa de lluvia, cosquilleante como el ruido del último cahuiz de la tarde buscando algún último bocado antes de dormir.

Chac respira profundo y suena como una cueva. Es el fin del día -otro más,- y la noche, otra vez la noche que aprovecha cuando no está la luna, como hoy, para presumir sus estrellas en medio de este lugar en donde sólo está este dios y su eterno rival, librando una batalla eterna que ya a nadie le interesa. Por los siglos de los siglos..