Hace
poco caminaba por Patio Universidad —un centro comercial que abrió sus puertas
hace no mucho,— y vi que una tienda de deportes anunciaba que los visitantes
podían tomarse fotos con una versión gigante del balón que se usará en el
mundial de Brasil, el “Brazuca”. Además de unas edecanes vestidas con mallones
entallados, un grupo de hombres, desde niños hasta gente con algunas canas,
hacían una fila enorme (aunque no sé si por los mallones o por el gran balón).
Lo cierto es que lo que querían era su selfie
—esa manera instantánea de capturar en una foto todo el narcisismo
contemporáneo,— con balón y mallones. Deportes y nalgas. El olor a testosterona
era insoportable. Solo faltaba la cerveza.
Por otro lado, me ha llamado la
atención que tanta gente use el Museo Soumaya, inaugurado en 2011, como telón
para tomarse estas fotos que han invadido las redes sociales. Este museo, tan
mal reseñado y hasta ninguneado por el gremio de arquitectos (acá Alejandro
Hernández http://criticalnarrative.wordpress.com/2011/04/19/el-soumaya/),
resulta ser el fondo ideal para la máxima expresión del individualismo en
nuestra sociedad contemporánea, tan ansiosa de imágenes. Y es que no se puede
negar que, aunque el interior del museo es indignante, la fachada de hexágonos
plateados que reflejan el sol en sus curvas (sin mallones y que, sobra decir,
no hacen nada por el interior,) se ve
espectacular.
Pero entonces, ¿qué tiene en común el Brazuca
gigante de un centro comercial y el Soumaya? Y la respuesta, aunque triste, es:
todo.
El territorio del centro comercial es un
territorio donde reina la cultura del consumo, ¿y qué herramienta es más
accesible que la imagen para fomentar el consumo? “Me tomé mi foto con el
#Brazuca #TennisWorldUniversidad #MallonesyDeportes #Sabroso #Instagood
#PatioUniversidad #Gastocomotonto #Solofaltalachela” , es lo que parecería que
quiere la tienda de deportes. Qué mejor publicidad que la que no se paga. ¿Y no
es lo que quiere el Soumaya, también? ¿No es, en el fondo, una gran estrategia
hacer una carcaza que se vea a lo lejos aunque el contenido no importe? ¿No son
las curvas del Soumaya lo mismo que la “sensualidad” de las chicas y sus
hexágonos los mallones?
La gente quiere su selfie, y si eso implica rayar en lo burdo para darles el chance de tomársela —lo brilloso, los clichés
de género, el gusto pambolero—,
¿quiénes somos nosotros para criticarlo? Bien dice el dicho, al cliente, lo que pida.
Yo mejor voy por esa cerveza.
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