14.12.08

El Calentador

Me gustaba el viejo calentador que teníamos. Tenía una pinta como de nana, robusto y necio. De lo que más me acuerdo es que hacía un ruidero buenísimo. Estabas en la tele, cuando alguien anunciaba -¡Me voy a bañar!, de esa manera tan chilangamente gritona en la que se anunciaban las cosas en esta casa, y entonces comenzaba la fiesta: escuchabas un ruido de regadera abriéndose y luego empezaba el calentador. Al principio era molesto y le subías a la tele porque no te dejaba escuchar nada; pero luego de un rato, que ya te acostumbrabas, acuérdome de haber sentido que iba en un avión o en un tren, viajando a otro lado. Lo que hubiera en la tele se olvidaba, así como también se olvidaba la gente que estuviera alrededor. En un momento eras tú y el ruido de caldera, como un zumbido, como un motor estático pero en moviento. Y en ese estar, en ese ser uno con el calentador y su fiesta, no había nada más que tiempo detenido y un sueño, un estado de viaje y de moverse sentado a veces con los ojos cerrados hasta que de repente: silencio y un crudo despertar, que siempre me ha costado trabajo.

Luego, las cosas se echan a perder, y tuvimos que cambiar el calentador. Llegó uno nuevo de diseño "moderno", en donde destaca la línea sencilla y hasta fría, un color plateado que no queda con la imagen de calor, mucho menos de viaje. El nuevo, aunque más eficiente, no suena, y en la memoria han quedado esos días de sueño, así como el ruido, que ya no suena en esta casa.

4 comentarios:

.Ana Mata. dijo...

Esos ruidos caseros son buenísimos! Me encantó el blog...

Diario de un PEaton dijo...

SABES NADIE SABE A DONDE VAN LOS RECUERDOS, LA NITIDEZ DE LA SOLEDAD, A VECES PIENSO QUE EL PROGRESO COBRA MELANCOLIAS.
Y JUSTAMENTE LO VEO EN TU ESCRITO, ASI CON LA NARRATIVA DE BUEN RITMO, Y BUENO NOSE MUCHAS COSAS DE LA LITERATURA, PERO te voy A DEcir los SECREtos de mis amigos cuando ven algo escrito mio, " esta bonito", es como la excusa perfecta para no buscar un adjetivo que me destroze el ego.
y bueno BUSCANDO OTRAS COSAS ENCONTRE TU blogs y mira que ME HA GUSTADO.
te INVIto de la mejor manera mas descarada y vulgar a que te des una vuelta a mi blospot.
sabes que uno siempre encuentra cosas diferentes en la casa de la ABuela.

atte; YO

Manita Alzada dijo...

Sin acentos ni signos de interrogacion que abren, estos hebreos no saben escribir. Estas leyendo a Cortazar?
Nice one.

El pirul en el llano dijo...

Hermano: ¡Maravillosa coincidencia! Yo, que también añoro los ruidos idos y los que no han sido (¿y por qué no?), atesoro particularmente (en la mente y también en otros lados) los murmullos (remember Pedro Páramo) del calentador, el bóiler y el calentón, como decimos por acá por los Altos. Igualito que tú, K. Pero además yo no he renunciado a ellos definitivamente, aunque tenga que cambiar el bóiler para resolver el problema de tener agua caliente para reblandecer la mugre. ¡De ninguna manera! Tengo todavía en el patio mi más antiguo calentón de cargas de aserrín empapado en petróleo. ¡Me contarás a mí de reminiscencias y vuelos de la imaginación! Imagínate tú la llama natural de la madera (en minúsculos pedazos, pero madera al fin, como es el aserrín) con su carga milenaria de seguridad y calor, y el olor del petróleo, como el que despedían los quinqués con los que todavía recuerdo que se alumbraba mi abuela camino a su recámara, al fondo de la casa grande del rancho. Y el aparato mismo, todo fierro y hollín, como una locomotora vieja. Pero guardo también mi Calorex, en el que todos encontramos un primo pobre (o tonto) de R2D2, y que emitía ese ronroneo de animal doméstico, ¡qué capaz! ¡Oh, tiempos aquellos! Está, es verdad, reventado (haz de cuenta R2D2 de regreso de volar la Death Star). Junto con él terminó sus días la abuela (sí, la misma del quinqué), empeñada con la necedad de la vejez en encender personalmente el aparato, que ya para entonces soltaba el gas alegremente sin preocuparse por saber dónde quedó el piloto (¿pescaste la alusión a la película, verdad wey?). Y, por último, el calentador de paso, que debe ser de un modelo parecido al tuyo, porque, sí, me recordaba a la nana que nunca tuve. Y cuando de casualidad lo escuchaba (a mí no había quién me advirtiera que iba a prenderse, porque aquí en los Altos no gritamos cuando nos vamos a meter a la regadera y además vivo sólo), también a mí me hacía pensar en que iba en un avión. En un tren no, porque el ruido, al menos el del mío, no tiene nada que ver con el de un tren, no sé de dónde sacaste eso. Y también lo tengo todavía en el patio, ¿crees?, aunque en realidad ése sí lo dejé ahí porque cuando lo cambiaron por uno nuevo, de fría línea minimalista, me dió güeva bajarlo por las escaleras para que se lo llevara el camión de la basura; es que pesa un chingo y las escaleras son de caracol, K; ¡ni madre!