Una fonda a las tres de la tarde, con infernal calor de invierno. Muros pintados de amarillo matizados por el techo de lámina, del mismo color. El Fonógrafo toca boleros que hablan de amores pasados y yo, desvelado, solo y triste, como sopa de pasta, arroz rojo y unas albóndigas buenísimas.
Gracias, jefe, ¿cuánto le debo? Treinta pesitos, joven. Cóbreme treinta y cinco. Gracias, joven. A usté, jefe. Compermiso, provecho, y de regreso a la ciudad y al tiempo que pareció suspenderse al entrar..
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