8.6.09

Sin rumbo

Martín Carrera,
¿cómo no acordarme de ese nombre?
Martín Carrera,
vecino de la casa de la Virgen
Virgen de Guadalupe,
Virgen Santa que no desampara.

Su vecino, Martín, no es tan bueno.
Cien metros de ferrocarrril eje uno oriente
eje cuatro eje cinco -norte
y fila tras fila de luces verdes y rojas parpadeando
al ritmo de un corazón
que no supo prevenir,
que no llevaba mapa.

Martín Carrera y Gustavo A. Madero me reciben
como a un niño sin padres
a la luz de unos cuantos postes de luz
que miran hacia abajo como juzgándome.

El frenético sentido contrario y las luces de una patrulla,
un carrilito al lado de una avenida tan ancha que da miedo,
topes y más topes y yo, sin rumbo, con un espanto terrible,
estoy perdido en la ciudad.

(Vuelta
a la derecha
un alto más
un puente
que cruza
y que va para otro lado
¿qué lado?
no sé,
la ciudad es grande,
podría ir a cualquier lado.)

-Perdón, soy sureño-, le digo a un policía
que me ve como si estuviera maquillado.
Vuelta en u, me dice, con los ojos escondidos
detrás de las luces de mi coche,
y de ahí todo derecho.

Pasé por al lado del Ángel.

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