El domingo y la mañana de domingo, engañosa porque la noche
parece tan lejana aún y ayer fue sábado. El domingo y la tarde de domingo:
fodonga, lenta, ominosa; subiendo por tu espalda como una oruga amarilla. El
domingo y la noche de domingo - la semana acaba y el sol se pone y es un punto
final. ¿Y mi día, apá?
Ahora que soy más viejo los domingos en la noche me junto con unos amigos y hacemos un cineclub. El objetivo parece obvio –ver una peli,- pero no lo es. En realidad todos buscamos algo qué hacer para no sentirnos solos. Nos vemos un poco antes, por ahí de las 7, y cada quién lleva algo para cenar y una propuesta de peli. Yo siempre he intentado llevar cosas que me interesan, pelis que me recomiendan, pelis “serias”. Obviamente nunca ganan y siempre terminamos viendo una mierda de la cual todos nos arrepentimos. Mi única conclusión es que el domingo, que te pone frente a frente con tu soledad, no está hecho para pensar. El domingo es, tal vez, la razón más honesta para querer tener una novia.
Ahora que soy más viejo los domingos en la noche me junto con unos amigos y hacemos un cineclub. El objetivo parece obvio –ver una peli,- pero no lo es. En realidad todos buscamos algo qué hacer para no sentirnos solos. Nos vemos un poco antes, por ahí de las 7, y cada quién lleva algo para cenar y una propuesta de peli. Yo siempre he intentado llevar cosas que me interesan, pelis que me recomiendan, pelis “serias”. Obviamente nunca ganan y siempre terminamos viendo una mierda de la cual todos nos arrepentimos. Mi única conclusión es que el domingo, que te pone frente a frente con tu soledad, no está hecho para pensar. El domingo es, tal vez, la razón más honesta para querer tener una novia.
Domingo: día de Dios, día de descanso. Ni los ladrones
roban, ni los perros ladran. Domingo y una fila interminable de accesorias
cerradas y basura y hojas secas en la calle. Domingo y tanta gente esperando un
esquite, sentándose en bancas y escuchando organilleros. Domingo y papas de
carrito y quioscos llenos porque hay que salir “a pasear”, que mañana es lunes
y el trabajo y otra vez la chinga.
El domingo me da ansias y fumo y veo deportes en la tele
aunque no me interesen. E intento leer, dibujar, pensar - no puedo. No puedo
porque estoy desesperado. Quiero salir y dar la vuelta pero sé que aunque salga
todo mundo está igual, sintiendo la pesadez de un día que no sirve para nada,
que solo engaña en su pretensión de ser amable cuando en realidad es un culero
despiadado. Qué mexicano es el domingo. Qué ganas de que pase ya. Y yo por eso fumo y me encierro y veo
deportes en la tele.
El domingo y el recuerdo de infancia de una comida en otro
lado –Cuernavaca, probablemente, aunque tal vez Metepec. Un solazo. De un lado
los padres y sus amigos en una mesa tomando cerveza y hablando y cagándose de
risa de cosas que uno no entiende. Del otro lado la mesa de los
niños-que-se-juntan. Te diviertes pero sabes que nomás caiga la noche te
subirás al coche, después de despedirte de todos, y tendrás que aguantar una
hora de carretera oscura pensando que mañana vuelves a la escuela. En realidad
la escuela no te molesta tanto, pero la idea de regresar a ella y tomar clases
y saludar a todos y tú con la cabeza todavía en Cuernavaca o en Metepec; y tienes
que olvidarte a güevo porque ya es lunes y el domingo ya quedó atrás y a nadie
le interesa tu fin de semana… y para acabarla de chingar esta puta carretera
sin luces.
El odio al lunes es un odio forzado, importado de la
verdadera pesadilla: el domingo. El
domingo y una lentitud espesa y asfixiante. El domingo y una noche que se
presume de insomnio aunque puede ser que no lo sea. El domingo y un vacío, una
mierda de miedo irracional al fin y a la noche. ¿Fin de qué, si mañana todo
sigue? No, pero en serio, ¿qué tal si no? Y es que todos los días podría ser el
fin, pero en domingo la sensación se subraya sola. ¿A poco no? Ya, duérmete. Espérame, ya voy, nomás
aprieto el gatillo…
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