13.1.13

Del domingo..


El domingo y la mañana de domingo, engañosa porque la noche parece tan lejana aún y ayer fue sábado. El domingo y la tarde de domingo: fodonga, lenta, ominosa; subiendo por tu espalda como una oruga amarilla. El domingo y la noche de domingo - la semana acaba y el sol se pone y es un punto final. ¿Y mi día, apá?

Ahora que soy más viejo los domingos en la noche me junto con unos amigos y hacemos un cineclub. El objetivo parece obvio –ver una peli,- pero no lo es. En realidad todos buscamos algo qué hacer para no sentirnos solos. Nos vemos un poco antes, por ahí de las 7, y cada quién lleva algo para cenar y una propuesta de peli. Yo siempre he intentado llevar cosas que me interesan, pelis que me recomiendan, pelis “serias”.  Obviamente nunca ganan y siempre terminamos viendo una mierda de la cual todos nos arrepentimos. Mi única conclusión es que el domingo, que te pone frente a frente con tu soledad, no está hecho para pensar. El domingo es, tal vez, la razón más honesta para querer tener una novia.

Domingo: día de Dios, día de descanso. Ni los ladrones roban, ni los perros ladran. Domingo y una fila interminable de accesorias cerradas y basura y hojas secas en la calle. Domingo y tanta gente esperando un esquite, sentándose en bancas y escuchando organilleros. Domingo y papas de carrito y quioscos llenos porque hay que salir “a pasear”, que mañana es lunes y el trabajo y otra vez la chinga.

El domingo me da ansias y fumo y veo deportes en la tele aunque no me interesen. E intento leer, dibujar, pensar - no puedo. No puedo porque estoy desesperado. Quiero salir y dar la vuelta pero sé que aunque salga todo mundo está igual, sintiendo la pesadez de un día que no sirve para nada, que solo engaña en su pretensión de ser amable cuando en realidad es un culero despiadado. Qué mexicano es el domingo. Qué ganas de que pase ya. Y yo por eso fumo y me encierro y veo deportes en la tele.

El domingo y el recuerdo de infancia de una comida en otro lado –Cuernavaca, probablemente, aunque tal vez Metepec. Un solazo. De un lado los padres y sus amigos en una mesa tomando cerveza y hablando y cagándose de risa de cosas que uno no entiende. Del otro lado la mesa de los niños-que-se-juntan. Te diviertes pero sabes que nomás caiga la noche te subirás al coche, después de despedirte de todos, y tendrás que aguantar una hora de carretera oscura pensando que mañana vuelves a la escuela. En realidad la escuela no te molesta tanto, pero la idea de regresar a ella y tomar clases y saludar a todos y tú con la cabeza todavía en Cuernavaca o en Metepec; y tienes que olvidarte a güevo porque ya es lunes y el domingo ya quedó atrás y a nadie le interesa tu fin de semana… y para acabarla de chingar esta puta carretera sin luces.

El odio al lunes es un odio forzado, importado de la verdadera pesadilla: el domingo.  El domingo y una lentitud espesa y asfixiante. El domingo y una noche que se presume de insomnio aunque puede ser que no lo sea. El domingo y un vacío, una mierda de miedo irracional al fin y a la noche. ¿Fin de qué, si mañana todo sigue? No, pero en serio, ¿qué tal si no? Y es que todos los días podría ser el fin, pero en domingo la sensación se subraya sola. ¿A poco no? Ya, duérmete. Espérame, ya voy, nomás aprieto el gatillo…

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