16.1.13

Soñé que morías


Soñé que te morías. Así nomás: te morías. Dejabas de existir y de respirar.
   Yo no sabía muy bien qué hacer. Claro que me sorprendía, claro que decía cómo puede ser que alguien tan joven, tan de pronto, tan sin sentido - era de veras trágico. Sabía también que los que te querían y te habían conocido iban a sufrir mucho; que tú no habías vivido tanto y que no hay nada más triste que una persona con tantas ganas de hacer cosas se vaya tan temprano. Además yo me sentía un poco culpable sin serlo, pues en el sueño tenía la sensación de haber hablado contigo poco antes de que murieras -aunque claro que esa escena no la vi, ya ves cómo son los sueños. Y no, yo sé que no nos conocemos casi nada y en realidad en el sueño no era distinto. Quizá fue eso lo que me angustió tanto: una muerte fugaz, ajena pero a la vez no, y un miedo como prestado de no volverte a ver. Lo que era claro era que se cerraba la puerta de la posibilidad de conocerte y me ponía triste de saber que te olvidaría tan rápido.

Pero no te preocupes, era una escena bonita: primero la noche en una casa azul con lluvia en las ventanas; y luego un campo entre colinas con un pasto amarillo amarrillo y un cielo azul celeste y un solo árbol por ahí, y algo negro y difuso al fondo, como una manta que volaba por un viento que solo la afectaba a ella, y alguien diciéndome algo al oído aunque yo sabía que estaba solo.
   Así supe de tu muerte en mi sueño.

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