Parte 1
Cuando abrió sus puertas, miles de usuarios se avalanzaron sobre sus flamantes plataformas para atiborrar los camiones con un olor mezcla de gel, cebo y perfume sudado. No encontrabas lugar. Para entrar, incluso si no era hora pico, tenías que esperarte uno o dos camiones en una estación que de ancho tiene para dos gordos o cuatro flacos apretados. Después entrabas a un lugar tan lleno que ni siquiera podías ver si traías desamarradas las agujetas. Veías a los pobres chaparros con la chamarra del de enfrente embarrada en su cara y si te descuidabas podías darle un besito a alguien. Para bajar: agárrate, Ulises. Si no te ponías vivo tenías que ir a la siguiente estación, bajar y regresar en el de vuelta. Eso sí, llegabas rápido a donde fueras.
Parte 2
Ahora que abrieron la malconstruida extensión de la Ruta 1 (CU-Caminero), el gobierno de Marcelo decidió invertir en pinchemil camiones nuevos -eso sí, flamantes. El resultado es que ahora se viaja con cierta comodidad. Vas apretado, pero no le vas oliendo la cabeza al de enfrente. El problema radica en que son tantos los camiones, que generalmente hay tres en fila en una estación, lo cual hace que el tiempo de recorrido aumente considerablemente, haciendo todo el suplicio metrobusero aún más desesperante.
Pregunto, ¿en serio no se pueden planear más las cosas? Porque parece que en este país de sexenios, las cosas siempre se hacen mal y de malas y, como sabemos, las cosas mal hechas terminan costando más.
1 comentario:
Ayer sufrí la horrenda planeación de sus rutas en el corredor de insurgentes. Tres camiones consecutivos llegando su terminal (la estación colonia del valle) y ni uno solo que recogiera a las personas (casi todas las que estabamos ahi) que siguiera hacia el sur =/
Seguro estaríamos mejor con López Obrador [!!!]
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