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La ciudad es la
representación física del afán humano de conquista sobre la naturaleza. Como
tal, la ciudad podría considerarse un lenguaje compuesto de una serie de
signos que nos guían y nos dicen que por aquí podemos pasar, aquí podemos
descansar, aquí vivir, etcétera. Así, a través de sus espacios públicos y según
la claridad de estos signos, la ciudad se nos presenta habitable y cómoda o no,
más como un lugar hostil.
En
lo personal, creo que la ciudad contemporánea se ha alejado, dentro de la
conciencia humana, de la idea de un sitio geográfico con dimensiones dadas.
Ahora la ciudad se percibe como una compleja red de avenidas y servicios en la
que nos desplazamos ignorando nuestro tránsito geográfico. La ciudad se ha
adherido a lo que llamaré la hiper-realidad[1],
en donde lo que domina es la idea de ciudad y no la ciudad
como fenómeno de interacción y cohesión social.
Esta
idea de ciudad, o ciudad hiper-real, es la ciudad en la que la gente ha
olvidado el verdadero origen de la ciudad. Es la ciudad del consumo
insostenible, del triunfo de la industria sobre la materia prima, del descuido
y del desperdicio. Es la ciudad en donde vivimos sin vivir. Como resultado, el
entorno urbano y sus espacios públicos han pasado a segundo plano pues nos
movemos sin ver, guiados por una serie de símbolos que nos llevan del punto A
al B, en un tránsito que se nos antoja lineal. Los problemas que citamos de
ella se han vuelto banales, y nadie los discute con seriedad; las zonas
históricas se consideran un espectáculo al que se va a pasear y no una
referencia real; y nos hemos visto invadidos de publicidad y de un afán de
estética dictado por modas.
Esto,
unido a profundos problemas con las zonas de producción de materias primas, ha
permitido primero la explosión demográfica en las ciudades y luego el
desarrollo de grandes zonas definidas de la ciudad, como zonas comerciales e
industriales que viven de día o “ciudades dormitorio”, en donde el uso es
meramente nocturno. Así, la vida citadina se ve obligada a surgir a través de
otros medios de comunicación, como el teléfono o el internet, mientras que el
contacto humano y la palabra hablada de frente han ido desapareciendo.
Pensar
en desarrollo urbano sustentable, que es, a fin de cuentas, pensar en una
ciudad contemporánea, debe llevar implícito todas estas reflexiones. Así, tal
vez recuperemos el alma mater de cualquier ciudad: el espacio
público. Ese espacio real y físico en donde el diálogo triunfa sobre la
discusión y los ciudadanos pueden ser eso exactamente: ciudadanos.
[1] Como lo hace Neil Leach en su libro “The Anaesthetics of Architecture” (La anaestética de la arquitectura)
5 comentarios:
¿Se trata de poder salir a caminar?
Es más complicado, luego lo platicamos chido..
¡Por favor! Siempre es más intrincado de lo que cualquier ser mortal no-arqui pueda comprender dentro de sus limitadísimos conocimientos y/o sentido común y/o sentido del espacio y/o sentido del humor.
¡Oh Gran Sensei del Urbanismo Contemporáneo Hiperrealista ilumínanos con tu sabiduría de pie de página!
Jejeje. No es cierto. Está cul tu poust.
Pero que esté cul tu poust no quiere decir que al leerlo lo primero que pensé no fue: "Ay, no maaaaaaaa."
Con este "post" he recordado mi curso de Geografía e Historia... vimos algo de eso...
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